Historia


Reseña Histórica 



Los Albores de Pentecostés 

Corría el año de 1,916, cuando dos jóvenes norteamericanos que frisaban entre los 20 y 22 años de edad, hicieron un alto en el camino, y se pararon en una de las agrestes cumbres que circundan la ciudad de Totonicapán y desde allí divisaron la pequeña población y ambos se miraron a los ojos, sonrieron por un instante, sintieron que su corazón palpitaba con más aceleración y se dijeron entre sí; “este es el pueblo que Dios quiere bendecir con su Santo Espíritu”.

Desde el momento en que estos dos jóvenes, Tomás Pullin y Carlos Furman, fueron llenos del Espíritu Santo mientras estudiaban en el Seminario Bíblico de Nueva York, sintieron un fuerte llamamiento para predicar el evangelio pentecostal en la tierra del Quetzal. 

Desde el momento en que ellos pisaron tierra guatemalteca, comenzaron a poner los cimientos de una fe pentecostal, en el sencillo corazón de los creyentes totonicapences que formaban una pequeña comunidad de cristianos bajo la denominación metodista, la cual había sido anfitriona de estos dos grandes pioneros. 

A medida de que Furman y Pullin fueron penetrando con su discurso pentecostal a las comunidades rurales de la ciudad de Totonicapán nuevas congregaciones surgieron, las que empezaron a ser alimentadas en el marco de una trilogía doctrinal que consistía en el “arrepentimiento — conversión y perdón de pecados, bautismo en agua, que significaba obediencia a la Palabra de Dios y el paso formal para pertenecer al cuerpo de Cristo y por último bautismo en el Espíritu Santo, que significaba “poder” para el servicio cristiano”. Según la conceptualización bíblico - teológico de estos grandes misioneros, toda la verdad de Dios se circunscribía en estos tres fundamentos de fe y que fue predicado con vehemencia bajo el tema: “El Evangelio Completo” discurso que campeó en todos los rincones primeramente del occidente y posteriormente en todo lo ancho y largo de nuestra querida patria.
Así como el labrador espera el precioso fruto después de la siembra, así los misioneros Pullin y Furman después de catorce años de una siembra, dejando en el corazón de los creyentes la semilla de Pentecostés, ambos se dedicaron a la gloriosa “espera”. 

En las diferentes congregaciones que formaban el distrito de Totonicapán, se programaron semanas enteras de ayuno y oración. Los cimentos bíblicos estaban bien sólidos, los hermanos habían entrado al preludio de un gran advenimiento como lo constituía la “lluvia pentecostal”. Los cantos congregacionales hacían referencia constante al fuego de Dios que estaban esperando, tales como:

Dios manda tu gran poder 
Dios manda tu gran poder, 
Dios manda tu gran poder 
A cada corazón. 
—000-— 
Baja del cielo, bendito fuego 
Baja poder celestial 
Baja del cielo, bendito fuego 
Ven, llama pentecostal.

Tanto la himnología, los mensajes y toda la actividad celestial giraba en tomo a la espera de la llama pentecostal. Es posible que en la mentalidad de aquellos sencillos cristianos no cabía las dimensiones espirituales de lo que estaban esperando, quizá el concepto teórico de la llama pentecostal nunca fue imaginada por mis primeros hermanos, sin embargo existía en el corazón de ellos el vacío que sería lleno con el poder de Dios; no era un gran ejército, tampoco una gran congregación; a lo sumo eran como 10 ó 12 congregaciones con no más de 60 fieles en cada una de ellas, sin embargo se habían unido en un solo clamor y en una sola voluntad. 


Para este entonces el hermano Furman había viajado para los Estados Unidos, de manera que la congregación de la ciudad de Totonicapán tuvo que quedar a cargo del pastor José María Enríquez, más conocido en los anales históricos como “don Chema”.

PARTE II 
El descenso de la lluvia pentecostal

En la agenda de Dios estaba marcado el día 13 de abril de 1,932, como la fecha oficial para que Dios derramare su Santo Espíritu sobre una congregación metodista en la ciudad de Totonicapán.

Las calles de la población estaban semidesiertas, las tiendas ya habían cerrado sus puertas, el bullicio había cedido al silencio de la noche, la población entera se había entregado al descanso, todo era tranquilidad y reposo, cuando repentinamente se dejó escuchar una tremenda explosión que rasgó la quietud y el silencio de la noche; los que ya estaban durmiendo despertaron bruscamente y sé levantaron de sus camas para ver que había sucedido, los que deambulaban todavía por las calles corrieron inmediatamente en dirección del estruendo. Todos coincidieron en que la explosión había sucedido en el templo de los “aleluyas” mote con el que se conocían a los cristianos. Bastaron unos cuantos instantes para que los alrededores del templo estuviera cubierto de curiosos por saber que había pasado. No había ninguna explicación, únicamente veían a los creyentes de la congregación como borrachos, otros danzaban, otros estaban tirados en el piso, otros cantaban himnos espirituales que nadie entendía; la gloria de Dios había llenado el ambiente que aun las paredes, cortinas y ventanales, etc., estaban cerca de los hermanos, se quisieron apoyar en los barrotes de las ventanas, pero cual no sería su sorpresa que al hacer contacto con ellos se dieron cuneta de que estaban cubiertos de un poder extraño, que al decir de los mismos, era como una fuerza o corriente eléctrica.

La policía fue alertada de inmediato y fueron destacados varios elementos para informar acerca del acontecimiento de la capilla evangélica, pero al llegar no pudieron explicarse lo sucedido, escribiendo en sus notas los evangélicos se volvieron locos”.
La aseveración de las personas católicas fue que eso había sucedido como castigo de Dios, por haber abandonado la fe católica y lo peor haber traicionado a María.

¿Qué estaba pasando realmente? La historia viviente de Pentecostés se había repetido en la ciudad de Totonicapán, así como sucedió en el Aposento Alto; hermanos como borrachos, hablando en lenguas desconocidas y magnificando el nombre de Dios. Las siguientes noches del 13 de abril fueron llenos de gloria y de un mover del Espíritu de tal manera que de las otras congregaciones sé sumaron al avivamiento y noche anoche habían bautizados con el Poder de Dios; pronto el fuego de Dios corrió a las demás iglesias del distrito y todos una a una fueron experimentado la llenura del Espíritu.

Cuando el poder de Dios cayó en la iglesia de Paquí Totonicapán, la casa donde estaban congregados los hermanos fue vista ardiendo en llamas y cundo todos se aprestaban para apagar el fuego, se dieron cuenta que no eran llamas materiales, si no llamas del poder de Dios que no se puede apagar con agua.

La hermana Eleodora Turnil de Son, en los días subsiguientes al avivamiento, quiso comprar en la plaza sus provisiones, pero no podía porque al querer preguntar por el precio de las cosas, no lo hacía en el castellano sino en lenguas extrañas que nadie en el mercado entendía.

El Pastor José María Enríquez fue llevado ante las autoridades para que explicara en que consistía esa “locura” y al querer dar una explicación el espíritu de Dios lo tomaba y comenzaba a hablar en otras lenguas, de manera que se fueron posponiendo las audiencias, declarándolo al final como un loco.

Las señales no se dejaron esperar, los sordos sanaban, los mudos hablaban, los enfermos eran levantados de sus lechos, a varios de los hermanos Dios les dio dones de ciencia y de sabiduría no obstante escasa educación escolar.

Podemos escribir páginas enteras de lo que Dios hizo en ese gran avivamiento, pero basta decir que los pueblos fueron estremecidos por el poder de lo alto, demostrado con grandes señales y prodigios, obrados a través de hombres sencillos como Cayetano Aguilar, Silverio lxcoy, Francisco de León, Francisco Ramos, Cruz Figueroa y otros.

PARTE III
Crecimiento y Persecución

Aquellas pequeñas congregaciones después del avivamiento traído por el Espíritu Santo, cobraron una tremenda pujanza, nuevos brillos y con gran denuedo revivieron la predicación del evangelio, ahora con una nueva dimensión, invadiendo nuevos territorios y el Señor añadía cada día a la iglesia más miembros.

Al regreso del hermano Pullin, la iglesia era distinta y el fuego de Dios había penetrado en otras áreas, por lo que con más ahínco, trató de llevar el evangelio a lugares como Nebaj, Sacapulas, El Jocote, Joyabaj y otros pueblos en el Departamento del Quiché.

El Hermano Furman hizo incursiones evangelisticas en el Departamento de Quetzaltenango, fundando nuevas iglesias en Olintepeque, Salcajá, San Cados Sija, San Andrés Xecul y otros.

Por su parte los pastores y líderes nacionales, José María Enríquez y Cruz Figueroa, hicieron incursiones a la ciudad capital de Guatemala, y a los departamentos de Escuintla, Chiquimula e Izabal, llevando el evangelio predicado en la dimensión pentecostal.

Los nacionales, Cayetano Aguilar, Cayetano Alvarado, Silverio lxcoy, Francisco Ramos, y otros se encargaron de llevar el evangelio a otros lugares como Paxixil, San Francisco el Alto, Chivarreto, Tzanixnam, La Concordia, etc.

El evangelio fue extendido de una manera asombrosa en todo el altiplano de nuestro país y muy pronto se extendería a los departamentos sureños como Suchitepéquez y Retalhuleu.

Tan pronto vino el crecimiento de la iglesia, las fuerzas infernales no se hicieron esperar y arremetieron contra la naciente y floreciente iglesia, echando a vahos de sus líderes a la cárcel, a otros expulsándolos de la comunidad, otros atacados por enfermedades, era común ver que los templos fueran apedreados, sin embargo la fuerza y el poder de Dios siempre estuvo de parte de sus siervos y nunca los desamparó y pudieron cumplir con la tarea a la cual fueron obedientes a partir del avivamiento ocurrido el día 13 de abril. 


CHUICACA UNA LEYENDA VIVIENTE

Chuicacá, una pequeña aldea enclavada en una de las altas cumbres en el departamento de Totonicapán, habitada por gente humilde de lengua, costumbres y cultura quiché, aparece también en la agenda de Dios, como el lugar escogido para ser un «Aposento Alto” en Guatemala.

La historia de Chuicacá cobra relevancia cuando en enero de 1928 se celebró la Primera Convención en dicha aldea; los asistentes fueron un promedio de 30 hermanos, sin embargo a medida que los años vinieron los asistentes fueron aumentando, pero lo más glorioso de Chuicacá lo constituye su historia pentecostal, pues a partir del año de 1943, ir a la convención, representaba regresar con el bautismo en el Espíritu Santo.

A partir de este año Chuicacá se convierte en un pedazo de cielo en la tierra, puesto que todo aquel que asistía a la convención regresaba lleno del poder de Dios y por eso año con año eran miles de fieles que viajaban a Chuicacá, con la seguridad de regresar bautizado con el Espíritu Santo.

Durante esos años se llegaba a Chuicacá a pie, desde Quiché o desde Totonicapán; así que todos irremisiblemente tenían que hacer la trayectoria por los caminos polvorientos de Pachoc o de Chimente para entrar a la aldea.

Un dato muy curioso era de que los grupos de peregrinos en esta larga caminata, hacían breves descansos y mientras se servían sus alimentos o tomaban un descanso, El Señor no esperaba que llegarán a Chuicacá y en el camino eran llenos del poder de Dios, de manera que era natural ver a grupos de hermanos entrando a la aldea glorificando a Dios y hablando en otras lenguas.

Hoy la Chuicacá moderna, tiene varias vías de acceso, cuenta con luz eléctrica, agua potable y otras comodidades, que hacen más placentero el viaje; pero lo más glorioso es que Chuicacá no ha perdido esta característica maravillosa, pues todavía Chuicacá se erige como el Aposento alto de la Iglesia de Dios en Guatemala. 

Recopilado por: 
Pastor Marcos Son 

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